martes, 17 de febrero de 2015

MARTES DE CARNAVAL

Hoy es Carnaval y continuamos con la máscara de todos los días, esa que impide llamar a las cosas por su nombre: ladrón a quien roba, corrupto al político que nos embauca mientras nos desahucia el presente y el futuro, miserable a quien defiende el dinero del poderoso mientras permite que el débil muera de hambre…

Hoy es Carnaval y todavía seguimos con la piel de lobo sobre nuestros cuerpos de cordero, aparentando una fortaleza que no tenemos…

Hoy es Carnaval y seguimos desnudos, frente a quienes vienen con la coraza del poder.

Hoy es Carnaval y va siendo hora de que quitemos la careta a quienes, cada día, nos despojan nuestros derechos e impiden que podamos vivir con la dignidad que ellos no tienen. © JOSÉ GARCÍA

lunes, 9 de febrero de 2015

Síndrome de Estocolmo

Estamos empezando a sufrir, padecer el llamado síndrome de Estocolmo, según el cual, las víctimas desarrollan una relación de complicidad, incluso de afecto, por quienes les han secuestrado y les mantienen retenidos contra su voluntad.

Y eso nos pasa a los ciudadanos españoles a los que, tras secuestrar nuestra inteligencia colectiva, haciéndonos creer que la culpa de todos los males era nuestra, nos prometen sacarnos del infierno de la crisis total, dejándonos las migajas de una ‘recuperación’ económica que sólo ha permitido, desde el principio, el aumento considerable de la riqueza de los más poderosos.

Sufrimos el síndrome de Estocolmo porque quienes nos han secuestrado el presente y el futuro, nos han convencido de que nuestro sufrimiento era compartido por ellos y que es normal que nos resulte difícil, y hasta imposible, acceder a los productos de primera necesidad, mientras se incrementa el consumo de los artículos de lujo.

Ya va siendo hora de que los ciudadanos presentemos batalla y no nos dejemos llevar al matadero como esos pobres rehenes a los que les hacen leer unas frases, que no comparten, antes de cortarles la cabeza.

Ya va siendo hora de que recuperemos parte de la vida que nos ha sido arrebatada, negándonos a apoyar a los secuestradores de nuestro futuro. Y, si perdemos la cabeza, que al menos sea con dignidad.
 © José García