martes, 1 de diciembre de 2015

EL SIDA

En el día Internacional contra el SIDA, recupero un escrito que publiqué en 2003, por su vigencia:
La muerte que llega, la luz que se apaga, niños que mueren, gente que comparte dolor, miseria y muerte,  con agujas infectas o relaciones sin red, la red de la vida. Más de treinta años, millones de muertos y de infectados... ¡El Sida!
Muere la gente por esta pandemia moderna. Más los pobres de África, ¡a millones!, porque se invierte poco y se les abandona a su suerte. Mueren y se infectan por reutilizar agujas asesinas, por no utilizar preservativos en sus relaciones sexuales. Mueren las gentes por compartir el pico mortal, por amar sin protección. Y la Parca engorda con cada acto sin condón y cada inyección compartida.
            El Sida vive en la incultura de los pueblos, en la pobreza de las gentes, en la ignorancia de los jóvenes, en la agonía de los drogadictos, en la falta de fondos para la investigación. Millones de muertos, y peor, ¡los muertos vivientes!, peor las agonías, los dolores, las incomprensiones, la intolerancia. Peor la muerte en vida.  El SIDA, la epidemia que cabalga entre dos siglos, que se ríe del progreso y de las investigaciones médicas.

            Han pasado los años y, afortunadamente, se han ido superando algunas creencias erróneas, ideas sobre la homosexualidad, la drogadicción, las razas..., desde aquellos primeros días en los que se pensaba que era un asunto de homosexuales, apestados por una maldición divina, se ha avanzado algo, no lo suficiente, sobre todo porque los fondos son paupérrimos para combatir al enemigo mortal. Los países civilizados, prefieren invertir más dinero en tanques tradicionales, que en otros estudios y armas, para luchar contra un enemigo mucho más peligroso que cualquiera al que pueda destruirse con aviones de combate: EL SIDA.

            El Sida, que acabará por destruir naciones enteras, sigue su batalla contra la humanidad. Hay que parado, cortarlo de raíz, rompiendo las agujas y usando condones para evitar su progresión, mientras que los científicos descubren la manera de erradicado. © José García