Hay que ver que “¿preocupados/indignados?”
estamos los ciudadanos por ese bebé que ha entrado en el Parlamento, por los
músicos a las puertas, el pelaje de algunos diputados, o porque hayan llegado
otros en bicicleta.
Y qué poco nos importa (o parece
importarnos) que en ese mismo Parlamento haya imputados por corrupción y otros
que, sin estarlo, nos han demostrado en más de una ocasión que son poco de fiar
y no tienen los bolsillos de cristal, precisamente.
Y no parece preocuparnos/indignarnos
que una abogada del estado y un fiscal, para defender a la hermana del Rey,
tire piedras contra la caja común, que es la Hacienda Pública, con la que
deberíamos contribuir todos los ciudadanos, con el fin de pagar los servicios
e, incluso, las nóminas de dicha abogada del estado y del fiscal que parecen
reírse en nuestra cara.
Nos preocupan e indignan las capas
de un desfile, los llantos de bebés, los trajes sin corbata, los pelos con
rastas, las bicicletas y los músicos…, y parece que nos da igual que nos
mientan descaradamente, que nos roben el futuro de nuestros hijos, o que nos
condenen a la pobreza y la ignorancia.
Nuestra sociedad deambula perdida
en la confusión que nos transmite la propaganda de los grandes partidos y los
medios que controlan, y que nos convence cada día, a base de campañas bien
orquestadas, de las cosas por las qué debemos preocuparnos/indignarnos, y qué debemos comprar o votar en el futuro.
Y nos puede pasar lo que a aquel
que, caminando por un bosque, se entretenía maldiciendo el canto de los pájaros
y acabó siendo devorado por las fieras.
Es lo que hay. © JOSÉ GARCÍA