Recuerdo una frase de la que he olvidado el nombre del
autor: “criticar es la mejor manera de hacer enemigos”.
Duele la crítica, la opinión contraria, en un mundo
acostumbrado al pensamiento único y la vaselina verbal. Duele, de tal manera,
que quedamos obnubilados ante ella y no pensamos si es razonable o no. Si
alguien se equivoca, comete un error, hace algo mal, aunque en su fuero interno
asuma el error, reacciona con crispación ante una crítica externa. El problema,
también estriba en la poca capacidad de autocrítica que tenemos, porque nos han
enseñado, y hemos asumido desde niños, que lo mejor es lo nuestro, nuestros
hijos son los más listos, los más guapos, nuestras tradiciones las más
auténticas, nuestro pueblo el mejor…
La
crítica, la libertad de expresión, es un logro de nuestros días que debemos
proteger, aunque no es fácil en algunas zonas de la tierra, en donde los
hombres mueren por opinar, o por contar al mundo la verdad de lo que ocurre. En
muchos países hemos aprendido a vivir en libertad y a respetar y valorar el
trabajo y el esfuerzo de la prensa, porque no hay libertad real, democracia
auténtica, sin una verdadera prensa libre.
Disfrutemos
cuando escuchemos o leamos opiniones diferentes a las nuestras, alegrémonos de
ver impresas críticas hacia los poderes públicos, regocijémonos escuchando
palabras antisistema... Siempre que esto ocurra estamos de enhorabuena
porque presenciamos actitudes que, desgraciadamente, están en peligro de
extinción.
Aquí
no tiene mérito opinar, porque no hay pistoleros, ni matones, ni dictadores…
Aquí no tiene mérito opinar, porque vivimos en una sociedad libre y democrática
en la que se valora el contraste de pareceres, especialmente por los poderes
públicos…
¿O
no?
©
JOSÉ GARCÍA
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